Sin quererlo ni buscarlo la semana pasada pude volver a la Patagonia por unos días, a ese indomable pedazo de tierra donde lo único que amenaza en este tiempo es el viento y el frío.
Llevé conmigo la Deardorff 8×10, lente 300mm, 6 placas cargadas y un trípode, esperando poder volver a Santiago con algunos negativos contrastados para comenzar a experimentar con Platino/Palladio. Pero como siempre digo, una cosa es lo que uno quiere, y otra es lo que te ofrece la vida. Regresé este jueves con sólo 1 foto, que aún no revelo. Espero que esa imagen latente le haga justicia a lo que vi ese día en el bosque de arrayanes, ese día nublado pero lleno de posibilidades.
El resto del viaje fue mirar y mirar y mirar más, aprovechar la pérdida del cable disparador para crear un espacio de introspección, de ver para adentro en vez de hacia afuera, de sacar fotos con la cabeza y no con película, de descansar y reponerme luego de haber descolgado de los muros 3 años de trabajo.
El cerebro no es una máquina y tal vez de manera consciente/inconsciente esa pérdida quién sabe dónde (volví a buscar el cable al bosque de arrayanes pero no lo encontré) fue la excusa perfecta para dejar de fotografiar y re armarme, disfrutar la compañia y comer y beber rico, alimentar cuerpo y alma antes de comenzar una nueva etapa.
La Fuji x20 sirvió para registro, lugares para volver quien sabe, una tercera vez.