Este mes de vacaciones hemos estado principalmente en el campo de mis padres, en Bucalemu, que junto a muchos otros pueblos de Chile han quedado quemados luego de la ráfaga de incendios que ha azotado nuestro país. Lo he fotografiado numerosas veces, en diferentes estaciones del año, pero este verano en que todo está en el suelo y las cenizas llenan los cerros me ha costado mucho recorrerlos y registrar la catástrofe. Todos los árboles quemados, y muchas ovejas también. Mientras camino encuentro esqueletos, huesos, muerte, árboles rotos y todo de un color rojizo que atrae y lastima.
Con los medios que tenemos, yo y muchos otros fotógrafos hemos tratado de hacer un llamado al cuidado de nuestra naturaleza, pero al parecer nadie quiere ver y sólo se interesan en ello cuando se ven directamente afectados, sin entender que la educación es la primera fuente de prevención.