Cuando hay que sacar una foto, hay que sacarla y ya, porque si uno espero el momento perfecto, puede que éste nunca llegue.
En la naturaleza, así como en la vida, todo está en permanente cambio, uno no decide cuándo llega el invierno, o cuándo los árboles comienzan a florecer, o cuánto tiempo vive una flor, o cuando acaba la vida. He podido comprobar esto varias veces, al querer repetir una imagen, vuelvo al lugar y ya todo ha cambiado.
El ejemplo más evidente me ocurrió este verano, en un post anterior les hablaba de cómo al querer sacar una foto se me iba la luz, pues bien, debo contarles que no pude repetir la foto, la naturaleza me ganó esta vez. Esa mañana me levanté con la intención de fotografiar aquel árbol nuevamente, y mientras conversaba con mi hermano en la terraza del campo sentimos un ruido tremendo que venía precisamente de la esquina donde estaba la encina. Una rama enorme se rompió y cayó sobre la reja de la casa y sobre un ciruelo, dejando el camino completamente cortado en ambos sentidos.
Adios foto, adios árbol, demoró el resto del día, 4 hombres, una motosierra y un tractor poder cortar, mover y despejar el camino.
Llegando a Santiago fui al Parque de la Viña Cousiño y…justo aquel día a las 5.00am había ocurrido exactamente lo mismo, pero no era sólo una rama, un árbol de más de 100 años se había caído, y con él se llevó a otros 2 árboles, cortando el camino.
Nada es para siempre.